Este proyecto que implementa el ICBF y cuyo operador contratista es la Fundación Nacional Batuta promueve la formación musical y el baile y la expresión corporal como herramientas de promoción de derechos y mitigación de las vulneraciones a las que se encuentras expuestos los participantes.
Bogotá D.C., diciembre 12 de 2019. Durante el último trimestre este proyecto benefició directamente a 900 niñas, niños y adolescentes de los municipios de Inírida y Barrancominas en Guainía; Mitú, Carurú y Taraira en Vaupés; Leticia y Puerto Nariño en Amazonas.
El objetivo de este proyecto fue desarrollar acciones orientadas a la promoción de los derechos y a la prevención de las vulneraciones de los niños, niñas y adolescentes en contexto territoriales de riesgo, mediante la práctica musical, combinada con el baile y la expresión corporal. En este programa se incorporan elementos diferenciales y acogen estéticas artísticas y musicales diversas que dialogan con los contextos y con las particularidades de los participantes.
Los beneficiaros participaron de dos programas: voces de la esperanza y música y movimiento, el primero diseñado para niños, niñas y adolescentes entre los 6 y 13 años, y el segundo para adolescentes entre los 14 y 17 años.
Con el programa Voces de la esperanza desarrolló un trabajo vocal enfocado la entonación, en el desarrollo de la corporalidad musical y en la exploración vocal. Este programa buscó generar espacios de práctica, aprendizaje y creación de la música con participantes que se encuentran en contextos de vulnerabilidad de sus derechos y riesgo social. Del total de participantes de este programa, el 91% corresponde a población indígena.
Como resultado de este proceso creativo se compusieron 16 canciones que abordan temas como: la naturaleza que los rodea, invitación a los adultos a vivir la vida de los niños y las niñas, el amor a la música y a la familia, la diversidad étnica, el amor por su territorio y actividades domésticas de caza, pesca y cultivos.
En el segundo programa, ’Música en movimiento’, el trabajo se centró en la exploración corporal, trabajo en equipo, en el uso de ritmos variado y en el uso de técnicas dancísticas con diferentes géneros musicales. Este programa estuvo orientado a la generación de espacios para la sensibilización artística, que integra la música y la corporalidad en un ejercicio de inclusión y experimentación de estéticas y técnicas diversas. En este programa el 72% de la población atendida es indígena.
La implementación del proyecto Sueño, Canto y Danzo por la vida promovió el sentido de vida de los participantes a partir de los espacios de encuentro y amistad, los participantes lograron expresar sus emociones a través del arte y descubrir nuevas habilidades, se logró vincular a los diferentes grupos étnicos presentes en el territorio con el fin de promover la integración, el intercambio de experiencias y emociones y el trabajo colaborativo para lograr un fin común. A su vez, esta fue una oportunidad para que la comunidad reconociera el valor de sus culturas ancestrales a partir del reconocimiento de las lenguas propias, de las cosmovisiones frente a sus orígenes y del significado de pertenecer a un clan.
Para María Claudia Parias Durán, Presidenta Ejecutiva de la Fundación Nacional Batuta, “El componente diferenciador de este proyecto es la oportunidad que tienen los participantes de resignificar la vivencia de sus derechos en el territorio y ser reconocidos desde sus habilidades, talentos y destrezas a través de la práctica artística. También se destaca la interculturalidad de los territorios intervenidos lo que enriquece aún más el desarrollo integral, los espacios de participación y diálogo de las comunidades”,
Con este proyecto se logran transformaciones en el desarrollo personal, familiar y comunitario. La participación en procesos de formación musical fortalece los valores para la convivencia, el sentido de responsabilidad, el trabajo en equipo, la superación y solución de problemas lo que representa un alto grado de confianza en torno al desempeño escolar y a la consolidación de su proyecto de vida. La música es un punto de encuentro, un espacio que facilita el diálogo y la construcción de capital social.